lunes, 23 de abril de 2007

Mi madre parte II


Ayer me llamó por la noche. No, en realidad me mandó un SMS escrito todo en mayúsculas (la pobre es que no se aclaró nunca con los mensajes de texto y apenas hace unos meses empezó a escribirlos).

Tras yo reprocharle que hiciera el favor de no llamarme los domingos por la mañana pues yo quería dormir, me vino con su discurso victimista de siempre, hecho a posta para que cause culpa en el otro, diciendo que "pues a mí tú siempre puedes llamarme a cualquier hora"...

No piqué. Le respondí por SMS también, que no hiciera un drama de todo ello y que sabía perfectamente que estaba intentando manipular, otra vez. Que lo único que pido a la gente es que me trate con un poco más de sensibilidad y bien sentido, que si yo no la llamo los domingos por las mañanas (o a las 12 de la noche) es porque pienso en su descanso y me pongo en su lugar y pienso antes de hacer las cosas si éstas van a molestar a los demás o no. Ella no, nunca lo ha hecho, y para alguna vez que se le ocurrió hacerlo, te lo restriega luego en la cara toda la vida, como si acabase de salvar a todas las víctimas del Titanic.

Total, que "sólo" le pido respeto. El mismo que tengo yo por su descanso.

Ese mismo que a mí de pequeña me obligaba a tener hacia los demás, machacándome con reproches cada vez que metía la pata y llegando a llamarme "gitana" si alguna vez una ropa la llevaba más corrida de un lado que del otro e íbamos a ver visitas. En lugar de decírmelo amablemente, en plan "llevas el jersey de lado, póntelo bien", tenía primero que humillar con calificativos de lo más despectivos. Lo venía recordando hoy en el ascensor mientras bajaba de dar una clase.

Por supuesto, siempre lo negará y aprovechará para llamarte otra cosa ya de paso: "tú estás loca, yo nunca he dicho una cosa semejante, sólo me dices eso porque quieres hacerme daño". Pues no, mami querida, aprende que otros no somos tan paranoicos como tú, y que cuando decimos las cosas es porque de verdad han ocurrido. No como tu caso. Y además, si esto te hace daño que te lo recuerden, ¿qué daño no me habrá hecho a mí de niña cuando tenía que oír que me descalificaban de esa forma sólo porque llevaba un puto jersey ladeado y encima sin darme cuenta de ello? Qué puta cruel eres, pero por supuesto, en tu gran megalomanía y paranoia nunca serás capaz de reconocerlo.

Pues ahí tienes mi respuesta, el efecto a tus artimañas y a tu personalidad insufrible: llevo sin hablarte más de tres meses. ¡Y los que quedan!